El Salmo 144 reconoce la grandeza de Dios y su cuidado constante sobre su pueblo. A lo largo del salmo, se destacan las siguientes enseñanzas:
Índice
1. Dios es digno de alabanza y adoración
El salmista comienza el salmo declarando que Dios es su roca, su fortaleza y su libertador. Reconoce que Dios es digno de ser alabado y exaltado por su grandeza y su amor inagotable.
2. Dios es poderoso y misericordioso
El salmista destaca la grandeza de Dios al describirlo como aquel que extiende los cielos y pone los cimientos de la tierra. Reconoce su poder y su dominio sobre toda la creación. Pero también resalta la misericordia de Dios al mencionar su compasión y su bondad hacia aquellos que acuden a Él en busca de refugio.
3. Dios es fiel y justo
El salmista reconoce la fidelidad de Dios al afirmar que todas sus obras son justas y que su reino perdurará por siempre. Destaca que Dios cumple sus promesas y sostiene a aquellos que confían en Él.
4. Dios es cercano y protector
El salmista declara que Dios está cerca de todos aquellos que lo invocan y los libra de todo peligro. Reconoce que Dios es su amparo y su escudo, y que en Él encuentran seguridad y provisión.
El Salmo 144 nos enseña a reconocer la grandeza de Dios, a alabarle por su poder y su amor, a confiar en su fidelidad y a encontrar refugio en su cercanía. Nos anima a elevar nuestras voces en alabanza y gratitud, reconociendo que Dios es nuestro roca y nuestro salvador.
▶️ Este salmo, de entre los 150 salmos católicos, junto con algún otro, se clasifica dentro de los conocidos como salmos de guerra espitirual.
⇒ Salmo Católico Completo (Salmo 144) para Leer e Imprimir
Bendito sea Jehová, mi roca, que adiestra mis manos para la batalla, y mis dedos para la guerra; misericordia mía y mi castillo, mi alto refugio y mi libertador; escudo mío, en quien he confiado, el que sujeta a mi pueblo debajo de mí. Oh Jehová, ¿qué es el hombre, para que en él pienses, y el hijo del hombre, para que lo estimes? El hombre es semejante a la vanidad; sus días son como la sombra que pasa. Oh Jehová, inclina tus cielos y desciende; toca los montes, y humeen. Echa relámpagos, y disípalos; envía tus saetas, y contúrbalos. Envía tu mano desde lo alto; redímeme, y sácame de las muchas aguas, de la mano de los hijos extraños, cuya boca habla mentira, y su diestra es diestra de falsedad. Oh Dios, a ti cantaré cántico nuevo; con salterio, con decacordio cantaré a ti. Tú das salud a los reyes, y libras de la mano de los extraños a David tu siervo. Líbrame y rescátame de la mano de los hijos extraños, cuya boca habla mentira, y cuya diestra es diestra de falsedad. Sean nuestros hijos como plantas crecidas en su juventud, y nuestras hijas como esquinas labradas como las de un palacio; llenas estén nuestras despensas de toda provisión; que nuestros rebaños se multipliquen por millares y por diez millares en nuestras plazas; que nuestros bueyes labren, que no haya asalto en nuestras calles, ni lloro en nuestras plazas. Bienaventurado el pueblo que tiene esto; bienaventurado el pueblo cuyo Dios es Jehová. |