El Salmo 39 es un poema que reflexiona sobre la brevedad de la vida y la fugacidad de la existencia humana. El salmista se muestra consciente de la fragilidad de la vida y la vanidad de las riquezas y logros terrenales. Reconoce que cada persona es como una sombra que pasa rápidamente, y que la única esperanza verdadera está en Dios.
En este salmo, el salmista expresa su deseo de que Dios le muestre su finitud y le enseñe a valorar cada día de vida. Reconoce que todos sus esfuerzos y logros son vanidad, y que solo en Dios encontrará verdadero significado y propósito. Pide a Dios que le ayude a apartarse del pecado y a vivir una vida justa y recta.
La brevedad de la vida
El Salmo 39 nos invita a reflexionar sobre la fugacidad de la vida y a buscar una perspectiva más trascendente. Nos recuerda que nuestras vidas son frágiles y que debemos aprovechar cada día como un regalo de Dios. El salmista nos insta a no aferrarnos a las riquezas y logros terrenales, ya que son efímeros y no pueden llenar el vacío existencial.
La esperanza en Dios
El salmista nos anima a buscar nuestra esperanza y satisfacción en Dios. Reconoce que solo en Él encontraremos verdadero significado y propósito. Nos invita a confiar en Dios en medio de las dificultades y a buscar su guía y dirección en cada aspecto de nuestra vida.
Valorar cada día como un regalo divino
El Salmo 39 nos enseña a valorar cada día como un regalo divino. Nos recuerda que nuestras vidas son fugaces y que no sabemos cuánto tiempo nos queda. Por lo tanto, debemos aprovechar cada oportunidad para vivir de acuerdo a los mandamientos de Dios y para amar y servir a los demás.
El Salmo 39 nos invita a vivir con sabiduría y a buscar nuestra esperanza en Dios, reconociendo la brevedad de la vida y valorando cada día como un regalo divino. Nos anima a apartarnos de las vanidades del mundo y a confiar en Dios en todas las circunstancias de nuestra vida. Que este salmo nos inspire a vivir con propósito y a buscar una relación más profunda con nuestro Creador.
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1 Yo dije: Guardaré mis caminos para no pecar con mi lengua; Pondré guarda a mi boca mientras el impío esté delante de mí. 2 Enmudecí con silencio, me callé aun respecto de cosas buenas; Y se agravó mi dolor. 3 Se enardeció mi corazón dentro de mí; En mi meditación se encendió fuego; Entonces hablé con mi lengua: 4 Hazme saber, Jehová, mi fin, Y cuánta sea la medida de mis días; Sepa yo cuán frágil soy. 5 He aquí, diste a mis días término corto, Y mi edad es como nada delante de ti; Ciertamente es completa vanidad todo hombre que vive. Selah 6 Ciertamente como una sombra es el hombre; Ciertamente en vano se afana; Amontona riquezas, y no sabe quién las recogerá. 7 Y ahora, Señor, ¿qué esperaré? En ti está mi esperanza. 8 Líbrame de todas mis transgresiones; No me pongas por escarnio del necio. 9 Enmudezco, no abro mi boca, Porque tú lo has hecho. 10 Quita de sobre mí tu plaga; Estoy consumido bajo los golpes de tu mano. 11 Con castigos por el pecado corriges al hombre, Y deshaces como polilla lo que él tiene de precioso; Ciertamente vanidad es todo hombre. Selah 12 Oye mi oración, oh Jehová, y escucha mi clamor; No calles ante mis lágrimas; Porque forastero soy para ti, Y advenedizo, como todos mis padres. 13 Déjame, y tomaré fuerzas, Antes que me vaya y perezca. |