Interpretación del Salmo 68
El Salmo 68 es un himno de alabanza y victoria que exalta la grandeza y el poderío de Dios. En este salmo, el autor expresa su confianza en que Dios defenderá a su pueblo y derrotará a sus enemigos.
El salmista comienza invocando a Dios para que se levante y dispersen a sus enemigos, mostrándose como un guerrero poderoso que lucha en favor de su pueblo. El autor confía plenamente en que Dios escuchará su clamor y vendrá en su ayuda, derrotando a los enemigos y estableciendo la justicia.
El Salmo 68 también destaca la bondad de Dios hacia los necesitados y desamparados. El autor reconoce que Dios es el padre de los huérfanos y el defensor de las viudas, mostrando su preocupación por los más vulnerables de la sociedad. Además, el salmista resalta la protección divina sobre su pueblo, guiándolos en su travesía por el desierto y proveyendo para todas sus necesidades.
En la segunda parte del salmo, el autor celebra la victoria de Dios sobre los enemigos y su triunfo sobre los reinos de la tierra. El salmista describe cómo los ejércitos enemigos huyen ante la presencia de Dios y cómo los reinos se rinden ante su poder. Esta victoria es motivo de alabanza y adoración, y el autor invita a todos los pueblos y naciones a unirse en la alabanza a Dios.
El Salmo 68 es un himno de alabanza y victoria que exalta la grandeza y el poderío de Dios. El autor confía en que Dios defenderá a su pueblo, mostrará bondad hacia los necesitados y derrotará a sus enemigos. Es un llamado a la alabanza y adoración a Dios por su victoria y su protección constante.
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Suba Dios, y sean esparcidos sus enemigos, y huyan de su presencia los que le aborrecen. Como es lanzado el humo, los lanzarás; como se derrite la cera delante del fuego, así perecerán los impíos delante de Dios. Mas los justos se alegrarán; se gozarán delante de Dios, y saltarán de alegría. Cantad a Dios, cantad salmos a su nombre; exaltad al que cabalga sobre los cielos. JAH es su nombre; alegraos delante de él. Padre de huérfanos y defensor de viudas es Dios en su santa morada. Dios hace habitar en familia a los desamparados; saca a los cautivos a prosperidad; mas los rebeldes habitan en tierra seca. Oh Dios, cuando tú saliste delante de tu pueblo, cuando anduviste por el desierto, la tierra tembló, y los cielos destilaron delante de Dios; aquel Sinaí tembló delante de Dios, del Dios de Israel. Abundante lluvia esparciste, oh Dios; a tu heredad exhausta tú la reanimaste. Los que estaban en ella se establecieron; por tu bondad preparaste para el pobre, oh Dios. El Señor daba palabra; grande era el ejército de los que anunciaban las nuevas. Reyes de ejércitos huyen, huyen; y la que se quedaba en casa repartía los despojos. Aunque habéis dormido entre los rediles, las alas de la paloma están cubiertas de plata, y su plumaje con amarillez de oro. Cuando esparció el Todopoderoso los reyes allí, fue como si hubiera nevado en el monte de Salmón. Monte de Dios es el monte de Basán; monte alto, el monte de Basán. ¿Por qué observáis, oh montes altos, al monte que deseó Dios para su morada? Ciertamente Jehová habitará en él para siempre. Los carros de Dios se cuentan por veintenas de millares de millares; el Señor viene del Sinaí a su santuario. Subiste a lo alto, cautivaste la cautividad, tomaste dones para los hombres, y también para los rebeldes, para que habite entre ellos JAH Dios. Bendito el Señor cada día; nos colmará de beneficios el Dios de nuestra salvación. Dios es el Dios de las salvaciones; y de Jehová el Señor son las salidas de la muerte. Ciertamente Dios herirá la cabeza de sus enemigos, la testa cabelluda del que camina en sus pecados. Dijo el Señor: De Basán te traeré, te traeré de las profundidades del mar; para que mojes tu pie en sangre, y la lengua de tus perros tenga su parte de los enemigos. Vieron tus caminos, oh Dios; los caminos de mi Dios, de mi Rey, en el santuario. Los cantores iban delante, los músicos detrás; en medio las doncellas con panderos. Bendecid a Dios en las congregaciones; al Señor, vosotros de la estirpe de Israel. Allí estaba el joven Benjamín, señoreador de ellos, los príncipes de Judá en su congregación, los príncipes de Zabulón, los príncipes de Neftalí. Tu Dios ha ordenado tu fuerza; Confirma, oh Dios, lo que has hecho para nosotros. Por tu templo en Jerusalén los reyes te ofrecerán dones. Reprime la compañía de los que arrebatan, la multitud de los toros con los becerros de los pueblos, hasta que todos se sometan con sus piezas de plata; dispersa a los pueblos que se complacen en la guerra. Vendrán príncipes de Egipto; Etiopía se apresurará a extender sus manos hacia Dios. Reinos de la tierra, cantad a Dios, cantad al Señor; al que cabalga sobre los cielos de los cielos. He aquí dará él su voz, poderosa voz. Atribuid poder a Dios; sobre Israel es su magnificencia, y su poder está en los cielos. Temible eres, oh Dios, en tus santuarios; el Dios de Israel da esfuerzo y fuerza a su pueblo. Bendito sea Dios. |